AROMATERAPIA

La aromaterapia es, desde hace 3.000 años, un tratamiento terapéutico eficaz desde que los aromas formaban parte de la vida diaria egipcia. Es una terapia holística que involucra el uso de aceites esenciales en los tratamientos para lograr un grado alto de equilibrio en la salud física, mental y espiritual. No solamente tiene efectividad corrigiendo deficiencias, sino también en la prevención de enfermedades y la conservación de la salud.

Los aceites esenciales son la fuerza vital de las plantas y sus poderes de curación para rejuvenecer y regenerar el cuerpo humano, relajar la tensión y reforzar el bienestar, son importantes. La investigación ha revelado que esos aceites esenciales penetran en la piel a través de los líquidos extracelulares y alcanzan la sangre y la linfa, desde donde llegan a los órganos internos.

Ciertos aceites alivian y calman la tensión o los desórdenes nerviosos, mientras que otros estimulan la mente y el cuerpo.

Unos pocos aceites ayudan a la circulación, otros son capaces de rejuvenecer la piel y otros se usan para mejorar las funciones corporales como la digestión y la menstruación. En general, la condición fisiológica y psicológica de la persona mejora y le hace menos vulnerable a la enfermedad.

Un aromaterapeuta es una persona que ha sido entrenada de una manera definida en el uso de los aceites esenciales para propósitos terapéuticos, aunque no se considera que una persona solamente entrenada en su aplicación para la belleza sea un aromaterapeuta.

La definición de la teoría y filosofía de la aromaterapia abarca desde la historia, el desarrollo del uso de las plantas y sus aceites esenciales, así como la clasificación de los elementos activos, entre ellos terpenos, alcoholes, fenoles, aldehidos, ketones, ésteres y óxidos. También se han organizado los aceites esenciales incluyendo los nombres botánicos y familiares, nombre común, orígenes geográficos, el método de extracción, el soporte, las propiedades terapéuticas fisiológicas y psicológicas, y las contraindicaciones específicas de cada aceite. Se han clasificado igualmente los efectos secundarios, la posología y la planificación del tratamiento.

La cultura de los olores es algo que se ha transmitido generación tras generación y por ello ha quedado grabada en nuestras mentes y una prueba de ello es la facilidad que tenemos para recordar épocas pasadas, incluso de nuestra niñez, solamente percibiendo un aroma determinado.

Un simple olor nos puede traer a la mente hechos que nos parecían olvidados y hacernos pasar por nuestro cerebro todos los detalles, por pequeños que sean. Incluso este increíble sentido va más lejos: con los ojos cerrados, el oído inútil y sin utilizar ni siquiera el sentido del tacto, podemos reconocer sin lugar a dudas una comida que nos preparaba nuestra madre cuando teníamos cinco años, aquella colonia que nos regalaron con el primer beso o el olor desagradable de una fábrica donde unos gamberros nos pegaron una paliza que creíamos olvidada.

Dirigidos al interior de nuestro cerebro, al sistema límbico, los olores no pueden ser manipulados por el hombre y escapados a nuestro control nos pueden jugar malas pasadas, salvo que los utilicemos con sabiduría, algo que se pretende lograr con esta ciencia.

Nuestra corteza olfativa, ese recóndito lugar, es la sede de multitud de emociones, de paladear sabores que aún no han llegado a la boca, de embriagarnos con el olor del cuerpo de la persona deseada en el momento de hacer el amor, de odiar un determinado lugar solamente porque su olor desequilibra alguna parte de nuestro cuerpo o de transportarnos a mundos donde sólo el espíritu es capaz de llegar.

Por mucho que lo intentemos evitar, un determinado olor nos puede dejar bloqueados, paralizados, e incapaces de reaccionar con cordura. Traten de recordar lo difícil que es entrar en un lugar que huela fuertemente a excrementos y verán lo difícil que resulta mantenerse más de un minuto en un sitio así, lo mismo que cuando olemos un pescado podrido. Nuestro instinto nos obliga a correr, aunque nuestro sentido común nos indique que no lo hagamos, que no hay peligro. Pero, ¿verdaderamente no hay peligro?.

Hagan esta sencilla prueba: Frótense una gota de esencia en la planta de los pies, al mismo tiempo que se tapan la nariz para asegurarse que no entrarán por ahí los aromas. A los pocos segundos podrán oler y percibir en el interior de nuestro cuerpo todo el aroma de la esencia, siendo la señal inequívoca de que no solamente a través de la nariz podemos absorber aromas.

Hay una ventaja que tiene esta forma de curar que la hace insustituible: el que se pueda absorber por la nariz o por la piel, incluso sin que el enfermo esté consciente.

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