Armonía y salud
La reflexología es un arte antiguo que tiene sus orígenes en la medicina china y se han encontrado grabados egipcios en la pared de la tumba de un médico f echada aproximadamente en el 2330 a. C. Con los adelantos actuales, este antiguo arte que estaba prácticamente olvidado, fue redescubierto por el Dr. William Fitzgerald quien, alrededor de 1913, empezó a ofrecer una forma de tratamiento conocida como «Terapia Zonal», desde la cual evolucionó la moderna reflexoterapia.
La reflexoterapia está basada en la aplicación, mediante presión, de unos puntos específicos de los pies para restaurar el equilibrio del cuerpo. Estos puntos representan áreas reflejas que corresponden a las diversas zonas del cuerpo y por ello los pies pueden verse como un mapa del cuerpo en el cual el lado derecho corresponde al pie derecho, y el lado izquierdo al pie izquierdo.
Las áreas reflejas están situadas la mayoría en la planta del pie, aunque hay algunas en la parte de arriba y los laterales.
La reflexoterapia es una manera simple, natural e inocua de mejorar la salud y de establecer un diagnóstico preciso de la zona corporal enferma. Puede usarse para obtener alivio en cualquier caso de tensión general, o en aquellas enfermedades en las cuales los tratamientos convencionales han fallado.
También puede usarse para mantener un buen estado de salud, mejorar la resistencia y prevenir la enfermedad.
Su gran ventaja, no obstante, es que pueden descubrirse mediante su exploración problemas de salud antes de que sean graves.
Un dato curioso de la reflexología es que los puntos dolorosos o sensibles no aparecen salvo que la zona correspondiente esté enferma, lo que lejos de ser un inconveniente es de un gran valor a la hora de realizar un diagnóstico. Cuando tratemos de localizar la zona enferma tendremos la seguridad de que si aparece dolor es que verdaderamente algo pasa. Por desgracia al contrario no es lo mismo, ya que en muchas ocasiones el mal existe aunque por alguna causa no se refleje en el pie.
También es importante significar que la intensidad del dolor no se corresponde siempre con la gravedad del mal, ya que, por ejemplo, un simple dolor de muelas produce un gran dolor en la zona refleja y un cáncer, incluso mortal en poco tiempo, no tiene porqué reflejarse en una zona podal. Afortunadamente la experiencia y habilidad del terapeuta pueden lograr que aunque el enfermo no acuse ninguna señal de alarma se pueda diagnosticar el mal, ya que junto a la sensación dolorosa está la presencia física de que algo va mal.