No provoque daño alguno al paciente y realice las primeras exploraciones con exquisita suavidad. Hay zonas especialmente sensibles que de manipularlas mal pueden provocar fuerte dolor, vómitos e incluso desmayos.
Esté atento a cualquier manifestación inconsciente de rechazo (retirada involuntaria del pie), ya que hay pacientes que no quieren demostrar debilidad y aguantarán un fuerte dolor sin quejarse verbalmente.
Evite deliberadamente aquellas zonas del pie que tengan anomalías, como pueden ser callos, durezas o heridas, ya que al tocarlas puede dar lugar a errores en el diagnóstico.
Vuelva a tocar aquellas zonas donde se manifestó el dolor, al menos para asegurarse que el paciente no le mintió (cosa bastante frecuente en los escépticos).
Cuando sospeche que un órgano está dañado y sin embargo no aparezcan puntos sensibles en la zona refleja, insista más profundamente e incluso mantenga la presión en el punto teóricamente correcto. Es posible que en unos pocos segundos el dolor se manifieste con claridad.
No insista en un punto extremadamente doloroso.
La sensibilidad de sus dedos es vital para localizar las pequeñas bolitas que se encuentran en la mayoría de los puntos sensibles y para ello es muy útil cerrar los ojos al realizar el recorrido, ya que así no se dejará influir solamente por los mapas topográficos. Por ejemplo, si usted cree que el paciente tiene la cadera mal y se empeña en localizar allí el dolor, es posible que nunca lo encuentre al tratarse de un error de diagnóstico. Si realiza la exploración con los ojos cerrados nada le impedirá hacer una localización exacta.
Masajes fuertes frenan la función de un órgano, masajes suaves lo estimulan y masajes prolongados lo regulan.
Es muy normal que aparezcan varios puntos dolorosos al mismo tiempo, unas veces como consecuencia de la misma enfermedad y otras por coincidir varias anomalías en la misma persona.