LIMPIEZA Y CONSERVACIÓN DE LOS ALIMENTOS

La mayoría de los alimentos vegetales se tienen que lavar antes de su consumo, incluso aquellos que tienen cáscara, pues de no hacerlo así podemos conservar en nuestras manos durante bastante tiempo microorganismos perjudiciales para la salud. Y si el alimento lo vamos a comer entero no es solamente la tierra que pueda estar adherida lo que debe preocuparnos, sino toda la suciedad que puede existir en el proceso de manufacturación.

Un alimento puede estar contaminado por su contacto con el aire (no siempre las plantaciones están en lugares lejanos de las ciudades), porque encima de ellos se hayan posado insectos, pájaros o parásitos, los cuales pueden haber dejado ahí sus excrementos o porque han sido elegidos por otros animales para refugiarse, restregarse o comerlos.

Después un alimento puede ser recolectado a mano o con maquinaria especial, lo que lógicamente puede ser otra fuente imprecisa de contaminación. Posteriormente pasará a las cadenas de envasado, blanqueado o pulido y quizás barnizado, en donde es probable que pierda las sustancias perjudiciales que llevaba consigo o que aumenten.

Si son alimentos perecederos, pueden seguir dos caminos: o se envían directamente a los mercados o se conservan en cámaras especiales; tanto uno como otro pueden incidir negativamente en la salubridad. Si son enviados directamente a los mercados tendrán que ser envasados, quizá al aire libre, metidos en camiones y nuevamente depositados en otro gran mercado. Allí acudirán cientos de personas, con sus vehículos contaminantes, sus problemas de salud personales (¿quién está libre de tener alguna enfermedad?) y cargarán los alimentos en vehículos que deberán atravesar calles fuertemente polucionadas. Cuando por fin llegan al mercado nos encontramos con un lugar densamente concurrido, en donde es frecuente que se fume, se tosa y se estornude. Pero si el alimento ha conseguido escapar hasta entonces de las garras de la contaminación aún le queda mucho camino que recorrer para llegar inmaculado al estómago del ciudadano.

Metido en bolsas de plástico recorrerá las calles y será depositado finalmente en la cocina, con suerte, y cocinado inmediatamente, aunque lo más probable es que se guarde en frigorífico a la espera de ser consumido algún día. La descongelación, el cocinado, y la conservación posterior serán las últimas pruebas a las que se verá sometido.

En el supuesto que el alimento no llegue rápido al consumidor hay que conservarlo industrialmente y para ello entran en juego los aditivos, los conservantes, los estabilizadores y los antioxidantes, entre otros.

¿Existe todavía alguna duda de que los alimentos hay que lavarlos concienzudamente antes de comerlos?.

Recomendaciones

Si sumergimos los productos vegetales en agua durante cortos períodos la pérdida de nutrientes será menor que si los sumergimos largo tiempo. Por tanto, es mejor lavarlos cinco veces seguidas durante un minuto cada vez, en lugar de meterlos en agua durante cinco minutos continuados.

Es mejor lavar los alimentos enteros evitando hacerlo cuando están cortados, ya que en este caso la pérdida será mucho mayor.

Si cogemos los productos directamente de la huerta bastará el simple lavado superficial para quitarles la tierra que pueda haberse quedado pegada. Hay que procurar no quitar la cáscara externa de los vegetales y comerlos íntegramente ya que allí es donde están concentradas la mayor parte de las vitaminas.

Si se hace necesario pelarlos quitaremos solamente la parte imprescindible.

Los vegetales de hoja verde conservan las mejores propiedades precisamente en las hojas externas, las más verdes y grandes, ya que las del interior son poco nutritivas al carecer de clorofila y no haber recibido apenas la luz solar. Desgraciadamente, la mayoría de la gente desprecia las hojas externas y las tira.

Solamente se deben desechar las partes golpeadas, de color diferente al resto, duras, marchitas o que hayan sido comidas por los insectos o pájaros.

Si desea almacenarlos algún tiempo no los corte, ya que enteros se conservan mucho mejor. Las frutas deberá dejarlas a la temperatura ambiente, ya que la mayoría de ellas se adquieren todavía un poco verdes y así madurarán mejor.

Como ejemplo, las frutas que aguantan más tiempo sin estropearse son: las manzanas, melones y los cítricos, los cuales pueden durar hasta 7 días a temperatura fresca. Los albaricoques, plátanos, uvas, melocotones y ciruelas, se conservan durante 5 días. Finalmente, apenas duran uno o dos días las fresas, las cerezas y los higos frescos.

Las hortalizas que mejor aguantan el almacenaje son las que están duras y sanas, y las que ofrezcan dudas deben ponerse en el frigorífico en bolsas de plástico. Las que más aguantan son las patatas y las cebollas, las cuales pueden durar varios meses en un lugar seco. Después están la remolacha, las zanahorias, los rábanos y las coles, con una duración de dos semanas. Le siguen las judías verdes, coliflor, los pepinos, el apio, los pimientos verdes y los tomates maduros, los cuales aguantan apenas 5 días. Para final tenemos los espárragos, el brécol, las lechugas, las espinacas, los champiñones y las coles de Bruselas, con una duración inferior a los dos días.

LA COCCIÓN

Esto es lo que no debe hacer:

Raspar, cortar, trocear o lavar los alimentos excesivamente.

Poner demasiada agua para cocinar.

Calentar la comida varias veces.

Tirar el agua de la cocción.

Cocinar con demasiada temperatura.

Poner lo que sobre en el frigorífico.

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