Una larva de la abeja reina en tan sólo cinco días alcanza dos mil veces su peso inicial y dobla su longitud con respecto a sus compañeras obreras y en dieciséis días alcanza el estado adulto, mientras que los zánganos tardan veintiuno. Su longevidad puede sobrepasar los seis años y son capaces de generar hasta 2.000 huevos en una sola puesta, todo ello contando con una casi nula capacidad de supervivencia, ya que dependen totalmente del resto de los habitantes de la colmena para alimentarse.
La razón de este increíble crecimiento se debe exclusivamente a la alimentación recibida.
Mientras que las larvas de las abejas normales reciben solamente tres días de dieta con jalea real, y después el llamado «pan de abejas» hecho a partir de miel y polen, las larvas de las abejas reinas son alimentadas durante toda su vida con este prodigioso alimento mediante las lenguas de las obreras que le lamen su cuerpo y le dan así la jalea real. No obstante, si este proceso se detiene un sólo día la reina será «degradada» y se convertirá en una simple obrera.
La jalea real está compuesta por un 66% de agua, un 12,3% de proteínas, un 5,4% de grasas y un 12,5% de carbohidratos, además de un pequeño porcentaje – un 3%- de materias aún desconocidas.